
2500 millas náuticas separan Mindelo, Cabo verde, de Le Marin, Martinica. Zarpamos de Mindelo el 1 de diciembre del 2012 sobre las 10 am de la mañana y llegamos a Martinica el 20 de diciembre sobre las 17:00 pm .La noche anterior a zarpar estábamos tranquilos, un poco tensos, pues nos esperaban tres semanas de agua por la proa y adentrarnos en el océano atlántico. A partir de Cabo Verde se esta ya bajo la influencia franca de los alisios y por tanto los temidos vientos del SW ya no representaban una amenaza. Es una travesía donde el mar y el viento son portantes, con algunos chubascos por el camino que te hacen ceñir y tener el viento y mar de cara. Alguna encalmada también se encuentra uno,con le "encanto" de ver el océano como un espejo y estar a más de 1000 o 1500 millas de la costa. Diciembre no es época de huracanes, por tanto frentes o borrascas que den pie a vientos más allá de un fuerza 7 es improbable. ! Así lo esperábamos y así sucedió...! Por otro lado en velero y en la mitad del atlántico hay poco margen de escapar a situaciones meteorológicas complicadas, como no sea una correr o capear el temporal en función de lo que se decida para mantener el gobierno de la embarcación y no comprometer su seguridad.
La travesía nos la planteamos por semanas, así nuestra primera semana el objetivo era hacer la media de 120 millas náuticas cada jornada y buscando un trimaje de las velas que nos permitiera avanzar sin comprometer el material ni forzarlo y a su ves que nos diera la confianza de gobernar la Nao para ir haciendo millas.
Para la segunda semana la idea era poder navegar con dos Genovas, estando el primer Génova atangonado y el segundo izado con garruchos en el estay volante que habíamos instalado en Barcelona.
La tercera semana sería de "bajada" y para contar los días que nos faltarían por llegar.
Teníamos el barco a " son de mar", es decir, todo bien estibado y trincado. Realizamos las últimas compras de provisiones en Mindelo. Los nervios antes de zarpar son una cosa muy extraña: son una mezcla de ganas de zarpar, de no hacerlo, de qué pase rápido y de qué nunca termine...! En definitiva teníamos nervios...A la luz de nuestra gran amigo Lordrake, estábamos a punto de entrar en la parte mística de la travesía donde el único universo que existe y ves es el del mar cubierto por una cúpula de estrellas que te recuerdan que eres poca cosa en medio de tal inmensidad...!
Zarpamos el 1 de diciembre. La salida de Mindelo fue con bastante viento, pues este se intensifica entre las islas, y sólo cuando tienes cabo verde por la popa el viento baja . Gobernar la Noa se nos hizo complicado, el viento era muy intenso, unos 30 nudos por la aleta y al más minimo descuido el barco se nos iba de orzada buscando darle al viento la cara, con la respectiva escora que hace que todo sea más complicado.Nos turnábamos la rueda y la escota de la mayor con Gabriel para poder gobernar la Nao.
Las cuatro primeras noche fueron muy duras, teníamos un aliso demasiado fuerte y llovía bastante . Las noches eran cerradas y nos dificultaba mantener el rumbo. De hecho la primera noche con un viento de más de 25 nudos estables avanzamos sólo 80 millas, pues era muy complicado mantener rumbo y por consiguiente navegábamos haciendo "eses" . Con Gabriel nos decíamos que mantener este ritmo de navegación sería muy complicado, a penas habíamos dormido, estábamos empapados por la lluvia y el nivel de concentración con la rueda era muy alto para no poner en peligro la Nao con una escora o atravesarnos al mar. Llevábamos dos risos en la mayor, que quitábamos a las noches, y el Genova a un cuarto. Las horas con luz lo llevábamos mejor, pero las noches se nos hacían muy largas y duras.
Después de cinco días el alisio dejo de soplar. Entramos en una encalmada durante dos días que nos vino muy bien para poder descansar y comer en condiciones. A estas alturas la comida fresca ya se nos había agotado y empezamos a comer los enlatados. Pescamos también una dorada que nos devoramos a la plancha con unos jugosos pimientos del piquillo...!
Durante esta primera semana sólo divisamos un carguero que nos paso por la proa en dirección sur.Suponemos que navegaba con destino a algún país africano. ver un carguero en las noches es todo un acontecimiento, pues a pesar de la inmensidad, el riesgo de una colisión esta presente. Así que hay que poder interpretar muy bien las luces de la otra embarcación, que es lo único que se ve.
Los momentos de cansancio se me mezclaban con una euforia y una alegría inmensa. Había momentos para pensar en cada uno de mí familia, en mis amigos de infancia, de colegio, de universidad, de la actualidad. Pensaba en los amores del pasado y en Camila. También tuvimos las primeras noches estrelladas como nunca antes las había visto, la luna enorme como una galleta gigante de color leche que parecía que se fuese a rebosar y a regar sobre un océano que con su banda sonora de olas y viento acompasaban milla a milla lo que le ganaba la "Nao Cacao.." al océano
Para la segunda semana ya teníamos cerca de las mil millas por la popa. Era el momento de probar el segundo Genova y ganar un poco más de velocidad.Nos daba un poco de reparo, pues no lo habíamos probado y nos daba miedo que forzara la jarcia y se nos rompiera un obenque o desarboláramos. Empezamos probándolo con un tormentín de garruchos y funciono bien, motivo por el cual no habían pasado ni 24 horas y probamos el segundo Genova, también de garruchos, que le dio más arrancada a la Nao. Todo funcionaba muy bien y el barco aguantaba sin ir forzando o maltratando el material..
Las noches continuaban siendo duras,pero los cielos acompañaban las guardias que las probamos de todas las habida y por haber: 3 horas cada uno, 4 horas cada uno, 12 horas cada uno, ahora tu ahora y después yo, en función del cansancio de cada uno...En fin. Todas y cada una de las formulas se nos hacían pesadas, pues la rueda implicaba un tripulante gobernando las 24 horas. Los alisios ya no eran tan fuertes, pero 20 nudos por la popa o la aleta implican estar atentos. Como nos hizo de falta el piloto de viento que teníamos, pero nunca llegamos a reglar.


A las noches quitábamos el segundo Genova y en función de la previsión dejábamos mayor con dos risos y retenida y el Genova principal a un medio o un cuarto de vela atangonado. Izar mayor, tomar risos, adecuar las velas a las circunstancias, trimar, era algo que entro hacer parte de la cotidianidad y que poco a poco hacíamos con mucha soltura y suficiencia. A estas alturas Gabriel con propiedad proponía trimajes adecuados y se movía en el barco y la maniobra con mucha seguridad y eficacia.

Más o menos en la mitad del Atlántico, nos encontramos una borrasca que nos trajo una lluvia muy fuerte que me impedía ver a más de un metro y me dolía la cara cuando las gotas me golpeaban el rostro. El mar de ser portante se volvió en contra y lo tuvimos de cara con unas señoras olas .Fueron unos 30 minutos donde no nos quedo más remedio que dar la vuelta y poner la proa de la Nao nuevamente para Mindelo. Ya nos habían advertido que no tiene sentido luchar con el mar, así que lo mejor era capear y poner la popa al mar. Todo lo que nos había costado avanzar y nos encontramos regresando y deshaciendo lo navegado por las condiciones de mar y de viento que nos impedían avanzar. Fue una especie de dar un paso para atrás para poder continuar hacia adelante.
Pasada la borrasca retomamos el rumbo y el alisio como por obra de magia volvió hacer portante. También durante esta segunda semana tuvimos viento de cara, flojo pero de cara, que nos hizo ceñir con toda la mayor y el Genova izados No me podía creer ciñendo en la mitad del océano con un mar que me hizo pensar más en algunas regatas placenteras de Premia de mar, cuando buscábamos la primera boya de desmarque.
después de esta ceñida tuvimos nuevamente dos jornadas de calmas. Decidimos con Gabriel a las noches avanzar con le motor para no perder la media de 120 millas la jornada. Llevábamos 250 litros de gasoil y no habíamos gastado nada.
Avistamos un catamaran con el que contactamos, el "Baba" una embarcación polaca que iba rumbo a Granada. Fue el único velero con el que contactamos y avistamos en toda la travesía del atlántico.
Luchar contra la humedad y hacer 120 millas diarias era nuestra obsesión. En las mañanas nos alegrábamos o preocupabamos si no habíamos hecho la media. y en función de esto planificábamos el día apretando o relajándonos más.
Comíamos bien, Gabriel y yo nos "currabamos" unas buenas comidas que complementábamos con los dorados que pescábámos. No fueron tantos, dos o tres uno por semana. Pues tampoco estuvimos muy a por la labor; la rueda, las maniobras y el descanso se nos comía todo el tiempo. Nos pudimos bañar en la mitad del océano Atlántico. Con un poco de temor, por lo menos de mí parte, nos tiramos al agua atados a un cabo.
Tiramos los deseos de los amigos en las botellas que esperamos ya se estén cumpliendo.Fue un momento muy bonito, llegar a la mitad del atlántico y hacer el ritual de las botellas con los deseos.Era el homenaje a nuestros amigos y amigas que nos habían despedido en Barcelona. Era el momento de los homenajes a las familias. Con Gabriel destapamos un jamon que teníamos para la ocasión y brindamos con ron.
Una noche, ya finalizando la segunda semana, creo me quede dormido en la rueda, pues una" guiñada" ( Cuando el velero por inercia busca el viento de cara, lo cual supone una escora importante si se tiene mucha vela izada) del barco buscando el viento me despertó de sopetón. Nada más abrir los ojos vi una luz blanca intensa que se nos venía encima, me asuste de muerte y pensé que colisionábamos con un carguero. En cuestión de segundos intentaba descifrar su rumbo para salir de su derrota y evitarlo...En una de estas una ola elevo la Nao y mí sorpresa fue tal cuando me percate que no era un carguero el que generaba esa luz intensa, era la luna enorme que había estado oculta y al desaparecer las nube se dejo ver. Pase de un susto de muerte a la fascinación que me provoca una luna llena.
Para la tercera y última semana la euforia nos acompañaba. Ya sólo nos faltaba 1000 millas náuticas y cada día era acercarnos a al tierra, a la realización del sueño. Hacíamos cabalas de cuando llegaríamos y la alegría era algo que acompaño fundamentalmente esta última semana.
Desde le centro en el que trabajo en Barcelona se ponen en contacto por el teléfono satelital. Fue una llamada que me lleno de alegría, pues se hace una conexión en directo con los chicos y chicas con lo que trabajo y mis compañeros de trabajo que se encontrabán celebrando la fiesta de navidad que se organiza cada año.. Me quede sin palabras y esta llamada incremento mis ganas de llegar a tierra.
Con Gabriel cada día apretábamos más la marcha y algunas noches dejábamos los dos Genovas para ganar más media.
A 300 millas de Martinica rompimos el puño del Genova que se nos quedo inutilizado. No poner una contra al tangón, trajo como consecuencia que se rompiera el puño de la vela ,el tangón y se doblara la anilla donde va atado el tangón al palo. Decidimos con Gabriel reparar esto en Martinica y no aminorar la marcha. Sacamos la mayor y navegamos a orejas de burro, la mayor con dos risos. Esta es una maniobra no muy adecuada con vientos portantes fuertes o moderados, pues volver a traer la mayor a su lugar, en el caso de que se intensifique el viento, puede traer como consecuencia romper algo de la jarcia y según como desarbolar. Eran 15/20 nudos lo que nos soplaba. La Nao como siempre muy marinera nos acerco a tierra. Martinica la divisamos el jueves 20 de diciembre a las 3:56 pm hora peninsular, 10:56 hora local. Nos faltaban sólo 35 millas para llegar, para cumplir el sueño y el trabajo de 8 largos años soñando con el Atlántico. Gabriel pudo hablar con Marita su madre en Argentina, yo con Flor, mi madre en Colombia. Nos faltaba sólo llegar y celebrar...
La alegría por llegar se perfumo con un olor a tierra que empezamos a disfrutar, Así en silencio y felices entramos en Marinica. Sobre las 18:pm hora local ya estábamos fondeados..